domingo, marzo 06, 2005

Retrato del mal

No soy un buen hombre, no en el sentido que se entiende por bondad. Me mueve la vanidad y el dolor, apremio la venganza aunque no llame por ese nombre y solo busco saciar mi sed.The Picture of Dorian Grey (Richard Ellis)

No es la bondad la que me sirve de guía. Y tal vez, no sea el único, pero no por estar acompañado en el infortunio del mal iba a dejar de ser un demonio. Si supiera lo que escondes los ojos ajenos quizás también creyera ver en ellos oscuridad y terror, y prefiero no saberlo nunca. Ellos son la esperanza, viendo en los demás la bondad que en mí añoro.

¿Y si la bondad no existe?, es todo una sensación, un vago sentido, un lamento. No hay empirismo, nada practico por así decirlo. Al fin y al cabo, algo es bueno cuando te hace bien, no es una verdad. Si soy un buen carpintero o un buen psicópata, eso me hace bueno en aquello que soy.

No busco la bondad, ¿o si?

Más bien… la belleza, el bien y el mal son verdades que cambian con el tiempo, que tienen un sentido u otro según quien. La estética es algo real, algo que todos de una forma u otra buscamos. Añoranza y codicia por el oro ajeno, por las verdaderas riquezas de quienes me acompañan, una envidia seductora, un egoísmo incontrolable. es que busco más de cuanto necesito. Y esto parece necesariamente malo, o incluso peor… no hacer del mal un hecho, no acabar nunca de seguir un camino de perversión, lo hace todo realmente oscuro. Ahora desearía sentir la expectación y el silencio entre el publico del teatro:

Ilustracion: Achiles and Hector (Rubens)

-No se vivir sin extrañar las cosas que nunca tuve – la figura de Aquiles se había alzado para mirar a la ninfa desde el cielo de su altura – Esa es la fuente de la inquietud, de los sueños si así quieres verlo.

-Tu obsesión ennegrece tus recuerdos, hace que ni siquiera valores lo que has tenido.

-Te equivocas, si lo valoro – Aquiles sonrió humildemente – Si supieras… Hay noches que paso riendo a carcajadas, tumbado en el lecho del más remoto pasado o admirando los logros de la noche anterior.

-Pero eso no te basta, ¿no es así?

-El éxito es breve y su satisfacción también. Cuando acaban las risas solo me queda desear, sentir la sed que quema mi garganta, que enrojece mis ojos que, a veces, se apagan en lagrimas.

-Y bien, ¿Desde cuando quieres todas esas cosas?

La musa le miraba incrédula, como una madre que observa a su hijo divagar en sus invenciones.

-Creo que desde siempre… - el soldado parecía recapacitar sobre lo que realmente decían sus palabras – pero, es ahora, cuanto más libre soy, la sed es mayor. Cuanto menos atado a mi infancia, cuanto más inminente es la hora de saciar esa sed, más me corroe.

-Llegará el momento… No veo la idea de que siempre tengas esas sensaciones mi querido Aquiles, esos deseos que según tu son tan imposibles de conseguir.

-No son imposibles, en absoluto. En ello radica el ‘quid’. Algunos incluso los llegue a tocar con los dedos y algunos permanecieron en mis manos y con el tiempo dejaron de ser un consuelo. Otros, en cambio, se escaparon con dulzura dejando mis labios aun húmedos.

-¿Consuelo? Si es algo que tanto deseabas, ¿Cómo pudo ser el consuelo de algo?

-Alcanzar la meta es la meta en si y también el consuelo de su búsqueda. Pero cuando la búsqueda acaba o parece no acabar nunca las metas solo son un consuelo y nunca una meta en si. Esta carrera no acaba nunca, quizás al desplomarse el corredor fatigado o, tal vez, ni siquiera entonces.

» ¿Y si acabara? ¿Después qué? No imagino el mundo sin este frenesí.

La musa sonrió sorprendida.

-¿Veis? Todo esto, este sentimiento, en realidad os gusta.

-Es pasión, la pasión no gusta.

Alfesibea empezaba a mosquearse entre tanto término. Miró a Aquiles amenazadora. Aquiles continuó como si la ignorara.

-La pasión ahoga en la locura, en el placer intenso y en ese dolor más profundo. Pero no gusta, apasiona. Esa es la palabra. Supongo que me apasiona todo esto.

-En tal caso, no puedes decir que ‘no te gusta’.

Aquiles cruzó los brazos en un gesto de resignación.

-Esta bien, digamos que me gusta solo los días de cifras pares.

El mal es una carga que no se comparte, es el fruto del intimismo. Mi mal es mío. Los demás no pueden entenderlo, o, más bien, no deberían, sería un insulto descarado forzar la empatía del prójimo a una locura que acojo en parte por voluntad.

Ofrecer dolor sabiendo que yo he elegido sufrirlo como una extraña penitencia por nada no resulta malvado, en absoluto, solo es un gesto repugnante y vulgar.

En las metas que perseguía Aquiles el dolor se hace un mero recuerdo, y la paz parece regresar a mi conciencia. ¡Todo sería más fácil si pudiera deshacerme de ella! ¡Mi maldita conciencia!

Y es que en ella hay avaricia, desea poderes que no tengo, y si mis añoranzas estuvieran a mi alcance no sabría engañarme, disponerlas no saciaría mi sed, solo una sutil sonrisa y luego nada, silencio, estupor y vacío: Miedo por no saber a donde ir ni a que acudir, el silencio de no tener ni tan siquiera el dolor de la añoranza, la soledad de no desear. No hay oscuridad como esa, las tinieblas por las que ahora camino son pasajes con un mortecino olor a humano. Tinieblas con el sabor a conciertos, endulzada por el atónito sentimiento del final de una película, llena de palabras con los personajes de novelas en la alcoba, amigos, conversaciones y cerveza. Como todos, de esto se alimenta mi alma entre la desesperanza, de las sonrisas, del aplauso a mi ingenio y la bufa a mi torpeza. Unas dulces gotas de sangre para mantener despierto al monstruo que en la noche torna al clamor de su destino, y al miedo.

Un hombre sin fe, lleno de rituales y creencias que no tienen nombre.

Yo soy el mal.


Ilustraciones: The Picture of Dorian Grey (Richard Ellis)
Achilles and Hector
(Rubens)