martes, julio 12, 2005

Mi romance químico

Mis labios besan frenéticos la invención. Sentimientos que hierven por mundos que solo existen en la imaginación, un deseo ahogado en verdades que no quiero entender.

Pálido, rechacé seguir viviendo sobre algo que no deseaba siquiera entender, y como el último hombre en un mundo devastado por la plaga de la verdad me refugie en un antiguo caserío, sellé ventanas y puertas con tablillas y decoré de alfombras y muebles antiguos todas las estancias.

Años después convivo con un violín eternamente desafinado y sigo admirando el retrato de Mademoiselle Irene Cahan d'Anvers que en un discreto rincón entre el diván y el largo espejo de pared parece haberme observado todo este tiempo, enamorándome cada segundo que he pasado en sus ojos, recordando en la ficción de un amor imposible el tiempo que nunca pasamos juntos.

Retorcido en creencias y valores sin valor seguí creyendo que mis sentimientos servían a una intención más allá del mundo de los hombres, que mi amor era sincero, que la luz que iluminaba mis aposentos en la noche partían de mi propia comprensión de la realidad. Y aunque no me pesaba nada de cuanto fuera consciente en mis ojos brotaron las lágrimas y aislado en el silencio del rincón de mi refugio quise estar solo, de mi mismo solo.

Ilustracion: Portrait of Mademoiselle Irene Cahan d'Anvers - Pierre-Auguste Renoir

Ilustracion: Portrait of Mademoiselle Irene Cahan d'Anvers (Pierre-Auguste Renoir)